viernes, 10 de julio de 2009

Juanito y la Sirenita Encantada - Cuento de la Selva

El paisaje natural de la selva lucía espléndida, por un lado el verdor de los árboles y por otro el vuelo de las aves zigzagueantes sobre el ancho río. Daba una impresionante visión el reflejo cual espejo producido por el caluroso sol del verano. Se mostraba también en las aguas las innumerables siluetas de los grandes árboles, así como las sombras de las aves en bandadas, cuales hojas movidas por el viento, mostraban un espectáculo sin igual.
Muy cerca del río, tan sólo a unos metros de su orilla podía verse la casa de Juanito, de donde éste podía contemplar la belleza del amanecer y el atardecer en la selva. Y desde donde solía partir hacia los lagos o las cochas para pescar a las escurridizas corvinas, sábalos o peces dorados, que eran una verdadera delicia para su paladar.
Juanito era aún un pequeño pero fuerte niño, cuya contextura delgada le daba mucha agilidad para caminar por la selva, tenía el cabello lacio y negro como el carbón. A su corta edad se había convertido en pescador y en gran conocedor de los ríos, lagos cochas y quebradas que abundan en la selva. Dominaba muy bien el remo que impulsaba su pequeña canoa de árbol lupuna y ganó gran destreza con su lanza y el arpón luego que quedó huérfano en un naufragio en el gran río Amazonas.
Un día Juanito se preparó para salir de pesca al amanecer, quería llegar temprano a un gran lago, a donde pocos habían llegado y que se ubicaba a la otra orilla del río. Se apresuró para partir y ni bien se hubo alejado, escucho el fuerte canto de la chicua. “La chicua es un ave de mal agüero, ¿Qué querrá advertirme?” Pensó sin musitar palabra. Estas aves nunca cantan por sólo gusto y siempre quieren advertir algo, siguió pensando Juanito.
Pero él estaba muy ansioso por llegar al lago y no dio mayor importancia al canto de la chicua. Siguió remando y remando por unas horas hasta cuando llego a orillas del silencioso lago. Luego sintiendo mucha hambre prendió una fogata con palos y ramas de árboles secos, puso sobre ella una pequeña olla, sancochó plátanos cubriéndolos con pescado salado que había llevado en su mochila. Se preparó un delicioso refresco de plátanos maduros asados en el fuego, batiéndolos con una pequeña rama de guayaba.
Una vez satisfecho su voraz hambre, Juanito se preparó para empezar su pesca del día, debido a que en esa época del año abundaban muchas variedades de exóticos peces. De vez en cuando se escuchaba el molesto vuelo de los tábanos que siempre revoloteaban alrededor de Juanito, propinándole también de vez en cuando fuertes picazones en sus piernas desnudas y en sus pies descalzos.
La soledad del lugar se completó con la oscuridad del día, cuando de improviso el cielo se cubrió de gruesas y oscuras nubes ocultando a lo lejos al inclemente sol del verano. Juanito seguía pescando y a pesar que habían pasado varias horas no había picado ni siquiera un pequeño ejemplar. ¿A dónde se fueron los peces?, ¿tal vez la chicua quiso advertirme que no pescaría nada hoy? Pensó Juanito: intranquilo, preocupado y también un poco molesto.
Sin embargo, las aguas del lago continuaban muy tranquilas. Juanito por su parte moviendo el remo y su canoa, dio algunas vueltas y otras vueltas como un trompo.
Pero de improviso se produjo un gran ruido en la aguas y se formó un enorme remolino que quería atrapar a Juanito. Este comenzó a remar y remar con todas sus fuerzas tratando de escapar del remolino que cada vez crecía y crecía más.
Juanito estaba en ese intento de escapar cuando para su mayor sorpresa escuchó de entre las aguas, la fuerte y suplicante voz de una mujer que le decía:- ¡Por favor no te vayas, espera no me tengas miedo!
Juanito valiente como era pero sintiendo cierto temor volteó para ver a la mujer que le suplicaba. Y no podía creer si esto era verdad o estaba en un profundo sueño porque tenía frente a el a una hermosa mujer de rubia cabellera y preciosos ojos azules.- ¡Por favor no te vayas, espera no me tengas miedo!, volvió a implorar la misteriosa mujer.
Un tanto incrédulo con lo que veía y a la vez muy impresionado por la belleza de la mujer, Juanito se atrevió a preguntar:- ¿Es que acaso vives en el agua como una sirenita?- Si soy una sirenita, pero también soy humana como tu, respondió la mujer.- Si eres humana, ¿cómo es que vives dentro del agua como los peces? Insistió Juanito.- Bueno déjame contarte entonces, porque es una larga historia, afirmó la sirenita.
Juanito por fin se había serenado y puso su mayor atención a todo lo que veía y escuchaba atentamente a la sirenita que comenzó su relato.- Vivía con mis padres en el pueblo de Tamshiyacu, cerca del río Amazonas. Cierto día luego de cumplir mis doce años me encontraba sola lavando mis ropas en la orilla del río. De pronto sentí un fuerte abrazo de hombre que me sumergió rápidamente en las profundidades del río. En un abrir y cerrar de ojos me encontré en otro mundo, en el de las aguas. Había sido raptada por el yacu runa, un ser que vive permanentemente bajo las aguas.- ¿Y cómo es el yacu runa? Quiso saber Juanito.- Son muy diferentes a nosotros porque tienen sus cabezas más grandes y alargadas, son muy bocones, sus pelos son también largos como de las mujeres humanas y casi todo el cuerpo está cubierto por escamas brillantes como las de algunos peces del Amazonas.- ¿Y que más te pasó? Dijo Juanito.- Bueno, después que cumplí mis quince años, me quisieron obligar a casarme con uno de los hijos del yacu runa, pero como yo nunca quise aceptar, me dieron un terrible castigo: mis pies quedaron atrapadas en la boca de esta gran boa para no poder regresar nunca más a la tierra. Así es como quedé convertida en la sirenita encantada del Amazonas. Llevo ya más de diez años yendo y viniendo por los ríos, lagos y cochas de toda la selva del Perú.- ¿Y como es que llegaste hasta mí? Dijo Juanito.- Felizmente bajo el agua el yacu runa no puede vivir mucho tiempo, como castigo a los constantes raptos de niñas. Ahora como han pasado más de diez años, el yacu runa y toda su familia ya fallecieron, eso me permite tratar de volver a la tierra, pero debo desencantarme de esta boa.- ¿Y cómo podrás desencantarte? Preguntó Juanito cada vez más curioso.- La verdad que vine hacia ti porque creo que tú podrás ayudarme, aseguró la sirenita encantada.- Yo, ¿Cómo podré ayudarte, si nunca he vivido dentro del agua? Afirmó Juanito.- Tú eres la única persona que me puede ayudar, porque eres un niño bueno, te he visto pescar por mucho tiempo en estos lagos y también en el Amazonas. Cuando pude te ayudé para que consiguieras mucho pescado, pero aún así eres un buen pescador, dominas tu lanza con tu arpón y lo que es mejor, tienes un gran corazón dijo muy inspirada la sirenita encantada.- Entonces, ¿qué debo hacer para ayudarte? Preguntó Juanito algo preocupado.- Aunque parece muy difícil yo espero que sea simple y fácil para ti. Primero te daré estos tres caracolitos para que los lleves donde el sacerdote del pueblo, que los bendiga y si te pregunta para qué, le dices que tienes un secreto que lo revelarás después. Luego regresas acá y te diré que más puedes hacer. Asimismo te prometo que seré tu amiga para siempre y te daré una recompensa, si me ayudas a desencantarme de esta boa, dijo finalmente la sirenita.
Un poco incrédulo aún, con la propuesta de la sirenita encantada, Juanito apretó su remo, cogió los tres caracolitos y se despidió de la sirenita. Pero en cuanto se estaba retirando, volvió a escuchar el fuerte ruido de un remolino y la melodiosa voz de la sirenita, perdiéndose dentro del agua:- ¡Juanito, Juanito, regresa pronto, acá te esperaré!
Juanito todavía estaba lejos del pueblo, así que no se cansaba de remar y remar. Casi estaba por anochecer cuando vio las luces del pueblo, donde después llegó sin ningún pescado, sólo con tres caracolitos encantados. Había sido un retorno agotador y ni aún así podía conciliar el sueño, cuando se dispuso a dormir, sólo tenía en su mente el delicado y bello rostro de la sirenita encantada y escuchaba una y otra vez su lejana voz diciéndole:- ¡Juanito, Juanito, regresa pronto, acá te esperaré!
Muy temprano por la mañana, Juanito se levantó rápidamente y sin siquiera desayunar, tomó los tres caracolitos y se dirigió camino a la iglesia del pueblo en busca del sacerdote.- Buenos días padrecito, saludó Juanito.- Buenos días hijito, ¿qué haces por acá tan temprano? Respondió el sacerdote.- He venido para que me haga el favor de bendecir a estos tres caracolitos padrecito, dijo Juanito sin dudar.- ¿Puedo saber para que voy a bendecir a tres caracolitos Juanito? Dijo el sacerdote mostrando su sorpresa.- Es un secreto que le revelaré después padrecito, insistió Juanito.- Con que ahora tienes un secreto mi hijo, espero me lo reveles después, dijo el sacerdote a la vez que tomaba el agua bendita para rociarlo sobre los tres caracolitos y rezaba: caracolitos los bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, seculorum, seculorum, amén.Una vez que los tres caracolitos fueron bendecidos Juanito volvió a casa muy rápido como pudo, tomó algunas provisiones y se dispuso a regresar al lago de inmediato. Tomó su canoa y se puso nuevamente a remar con mucha fuerza. La mañana seguía calurosa, pero esta vez ya no volvió a cantar la chicua de mal agüero. Al llegar a lago este estaba muy apacible como de costumbre. Juanito trató de acercarse lo más posible hasta el preciso lugar donde había visto a la sirenita encantada.
No pasó ni diez minutos, cuando volvió a producirse un fuerte ruido producto de un gran remolino y trayendo de entre las aguas a la sirenita encantada, que ahora lucía más bella que nunca.- Acércate un poco más Juanito, no tengas miedo, le dijo.- Acá traigo los caracolitos, ¿qué tengo que hacer ahora? Preguntó Juanito.- Ahora con uno de ellos intenta realizar un tiro al blanco, pero directamente hacia mi frente, no vayas a fallar para iniciar mi desencantamiento, dijo la sirenita.
Juanito se mostró seguro para no fallar, acostumbrado como estaba para dar en el blanco cuando lanzaba su arpón en el lomo de una corvina. Calculó la distancia precisa y luego lanzó certeramente el caracolito que impactó en la frente de la sirenita. Pero vino el segundo intento que era lanzar de nuevo el segundo caracolito, que afortunadamente logró con precisión.- Ahora Juanito lanzarás el tercer y último caracolito y en cuanto lo hagas te acercarás lo más rápido posible hacia mí para poder subir a tu canoa, dijo la sirenita encantada.
Juanito volvió a prepararse para el tercer intento y tomó todas las precauciones indicadas por la sirenita. Pero increíblemente y aún cuando Juanito midió la distancia el tercer caracolito fue a dar en el pecho de la sirenita encantada y rebotó hacia la canoa de Juanito rompiéndose en mil pedacitos.
Momento en que pareció despertarse la gran boa y haciendo un gran remolino volvió a sumergir a la sirenita que no pudo ser desencantada. Juanito tuvo que remar desesperadamente para no ser arrastrado por el remolino. Luego misteriosamente el lago volvió a quedar en calma.
Juanito se quedó muy triste, pero mientras volvía al pueblo, como por arte de magia vio que en su canoa llevaba finísimas telas de colores, una hermosa camisa de seda y un hermoso sombrero de cuero.
Desde ese día Juanito no volvió a encontrar más a la sirenita encantada y sólo en sus sueños ella le dijo que como muestra de su agradecimiento por intentar desencantarla le ofrecía los obsequios que encontró en su canoa, prendas que le durarían toda la vida. Asimismo que siempre le ayudaría a conseguir los mejores y más grandes pescados de la selva del Perú, aún cuando ya no le vería nunca más.
De esa manera Juanito se convirtió en el mejor pescador que viajaba por todos los ríos, lagos y quebradas de la selva amazónica, pescando los mejores y más ricos peces y viviendo quien sabe una nueva aventura en la misteriosa selva peruana.
FIN

3 comentarios:

  1. Julito tus cuentos estan cheveres pero me gustaría cada cuento con sus imágenes. Dios te continue bendiciendo. bye

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  2. En un colegio privado de reconocida trayectoria del norte de nuestro gran Perú, niños y niñas del 6° Grado leen tus cuentos amigo Julio, es un hermoso cuento, esperemos que hallan mas instituciones que motiven a sus niños a leer cuentos de autores peruanos, sigue escribiendo tan hermosos cuentos, a veces como se dice uno no es profeta en su tierra. Sigue adelante y que Dios te ilumine.

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  3. Esta lindísima el cuento..!!! Te felicito mi estimado..!!!

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